El mercado abrió con mucho optimismo el viernes pasado, llevando el oro y la plata a precios récord. El oro, por ejemplo, alcanzó un máximo de seis semanas por encima de los $1800 la onza.
Sin embargo, el repunte duró poco, ya que el presidente de la Fed, Jerome Powell, habló del aumento de los riesgos inflacionarios en EE. UU. y reveló que el banco central ahora está en el proceso de reducir sus compras mensuales de bonos.
Powell dijo que mientras los riesgos crecen, espera que los problemas de la cadena de suministro eventualmente se resuelvan y la inflación caiga al 2%. Esto llevó al oro a caer alrededor de $30 desde los máximos de la sesión.
Pero a pesar de las declaraciones de Powell, los mercados creen que la inflación es más que temporal.
Empresas de todo el mundo se han enfrentado a crisis energéticas, interrupciones de la cadena de suministro y escasez de mano de obra. Algunos economistas incluso dijeron que estos problemas persistirán hasta 2022, y que las presiones inflacionarias son altas y no disminuirán en el futuro cercano.
El crecimiento de las expectativas inflacionarias también es notable en el mercado de bonos, ya que la tasa de equilibrio de cinco años se encuentra en su nivel más alto desde 2004. Como tal, muchos analistas de materias primas creen que el oro se recuperará.
Pero no todos están convencidos de que la estanflación sea positiva para el oro. En un informe reciente del Bank of America, la situación actual, a pesar de una mayor inflación, aún no es favorable para los metales preciosos. Señalaron que no todos los períodos de estanflación son iguales. Explicaron que miden la estanflación utilizando el índice de pobreza, es decir, una combinación de inflación y desempleo. Entre 1971 y 1981, la pobreza desencadenó dos mercados alcistas para el oro. Pero en los últimos meses, los precios del oro y el índice de pobreza han divergido. El índice de pobreza se mantiene por debajo del 12,5%, lo que en el pasado contribuyó al crecimiento sostenido del metal amarillo.
Teniendo esto en cuenta, los economistas creen que deberíamos esperar y ver quién tiene la razón: la Fed o los mercados.
