En marzo, la producción en la UE sufrió una fuerte desaceleración, lo que frenó el optimismo empresarial en el sector. Esto no sólo se debió a la interrupción de la cadena de suministro, sino también a un importante debilitamiento de la demanda ante la subida de los precios de la energía.
El costo de la vida para los europeos está ahora en una crisis cada vez más profunda. Nadie sabe cuánto tiempo se profundizará y crecerá esta crisis. La incertidumbre corre el riesgo de sumir a toda la industria manufacturera en una profunda recesión ya en este trimestre.
Así, el último Índice de Gerentes de Compras (PMI) de S&P Global en la industria manufacturera cayó en marzo a su nivel más bajo en 14 meses, situándose en 56,5 (en febrero fue de 58,2). A propósito, los economistas esperaban inicialmente una estimación de 57,0.
El índice, que mide la producción y forma parte del PMI cayó a 53,1 desde 55,5 (su nivel más bajo desde junio de 2020, cuando comenzó la primera oleada de la pandemia). Cabe recordar que este índice es un reflejo del buen estado de la economía de la UE.
Todos estos indicadores apuntan obstinadamente a que la imposición de sanciones a Rusia por parte de las élites europeas occidentales ha golpeado a sus economías del mismo modo que el inicio de la pandemia de coronavirus. Tras el levantamiento de los bloqueos generalizados, los europeos respiraron por fin aliviados. A medida que la última oleada de COVID-19 disminuía, los índices de producción empezaron a repuntar, las economías se recuperaron e incluso las principales cadenas de suministro empezaron a funcionar en cierta medida. Parecía ser un caso de "vivir y vivir". Pero, a juzgar por las decisiones voluntarias de los políticos europeos de castigar al Kremlin, esta operación militar rusa en Ucrania es motivo suficiente para sumir a la economía de la UE en otra crisis de larga duración.
El crecimiento de la demanda también se ha frenado. Esto se debe a que las fábricas, debido a un fuerte aumento de los costes de producción, han subido mucho los precios. El ritmo de este aumento fue el más rápido desde 2002. Los pedidos de exportación, por su parte, cayeron por primera vez desde junio de 2020, incluso entre los Estados miembros de la UE.
Además, las cifras de inflación de la región del euro no dejan contentos a los economistas. El mes pasado, el crecimiento de los precios en la UE se aceleró fuertemente hasta alcanzar una tasa anual global del 7,5%. Los analistas señalan que esta tasa de crecimiento es la más alta jamás registrada por la oficina estadística de la UE. Como comparación, la tasa de inflación de la zona euro fue del 5,1% en enero, y aumentó un 0,8% en febrero y un 1,6% en marzo.
En marzo, los europeos tuvieron que hacer frente, en primer lugar, a una fuerte subida de los precios de la energía (un 44,7% interanual). Los precios de los alimentos y el alcohol también se dispararon significativamente, cada una de estas categorías en un 5% de media.
En el contexto de todos estos factores negativos, el euro está sometido a una fuerte presión. La moneda única europea, que está siendo rehén de un paquete de sanciones de los líderes europeos contra Rusia, cayó hoy un 0,15% frente al dólar estadounidense. En el momento de escribir este artículo, el EUR/USD se encuentra el nivel de 1,1003, cerca del mínimo de casi dos años del mes pasado, 1,0806. El euro cayó un 0,24% con respecto a la libra esterlina, situándose en el nivel de 84,05.
Tras la aparición en los medios de comunicación de fotos y vídeos de crímenes de guerra del ejército ruso en Ucrania, los gobiernos alemán y francés anunciaron la necesidad de un nuevo paquete de sanciones contra Rusia. Con estas nuevas sanciones, se acerca cada vez más el momento en que el suministro energético de Europa llegue a un estado de colapso. Con el trasfondo de todos estos enfrentamientos políticos entre Oriente y Occidente, el riesgo de un grave debilitamiento del euro no hace más que aumentar.
Cabe destacar que, a medida que se desarrolla la guerra en Europa del Este, también crece el descontento masivo de los ciudadanos de Europa Occidental. Si recordamos las protestas generalizadas de los chalecos amarillos que se iniciaron en Francia hace cuatro años, conviene señalar que fueron desencadenadas por las subidas menos significativas del precio del combustible. En la situación actual, los ciudadanos de varios países de la eurozona han tenido muchos más motivos para protestar, lo que ya se refleja en un creciente malestar que no parece que vaya a calmarse pronto
