El viernes, el GBP/USD se fortaleció significativamente, subiendo desde un mínimo de 35 años.
En las primeras operaciones de Londres, la libra esterlina ganaba más de un 1% frente a la divisa estadounidense, hasta 1,1646, el nivel más alto de este mes. La divisa británica redujo posteriormente su cotización y subió por última vez un 0,80%, hasta 1,1592.
En cuanto al par EUR/GBP, se mostró muy moderado, con una caída de sólo el 0,21%, hasta 0,8670.
El par EUR/USD también subió el viernes alrededor de un 1%, hasta alcanzar un máximo de tres semanas. Las monedas como el yen japonés, el dólar australiano, el franco suizo y el dólar canadiense también ganaron significativamente frente al dólar estadounidense.
La Primera Ministra británica, Liz Truss, está intentando hacer todo lo posible para aliviar el choque energético al que se enfrenta y seguirá enfrentándose la población del Reino Unido. Por ejemplo, el nuevo Gobierno ya ha anunciado un plan para congelar las tarifas de electricidad y gas para los hogares durante dos años. Las autoridades pretenden mantener la factura eléctrica de los hogares cerca de 2.500 libras.
Además, también está previsto un plan de 40.000 millones de libras para proteger a las empresas energéticas de la falta de liquidez debida a los desorbitados precios del gas.
Hay que reconocer que el público y, sobre todo, los inversores aún desconocen los detalles del funcionamiento del plan, en particular los detalles de su financiación. Tampoco está muy claro cómo se comportarán Truss y los miembros de su gobierno ante la elevada inflación y el brusco frenazo de la economía.
Es probable que el paquete de Truss consista en préstamos del gobierno, y podría costar a Gran Bretaña unos 150.000 millones de libras. Evidentemente, este tipo de "generosidad" por parte del Gobierno corre el riesgo de provocar una grave oleada de turbulencias en los mercados financieros, donde la libra sigue oscilando cerca de los mínimos alcanzados en 1985.
La muerte de la reina Isabel II el jueves añadió más incertidumbre a la suerte de Gran Bretaña. Graeme Smith, director ejecutivo del grupo de campaña de la República, dijo a principios de este año sin ninguna duda que la Reina era la monarquía para la mayoría de la gente, y que su muerte significaría una grave amenaza para el futuro de toda la institución. Smith y sus antimonárquicos afines sostienen abiertamente que la familia real no tiene cabida en una democracia moderna, que su mantenimiento es asombrosamente caro.
Por ejemplo, los funcionarios de la realeza informan de que a cada británico le cuesta menos de una libra (o 1,15 dólares) al año mantener la monarquía, pero los republicanos afirman que su coste real para el país se estima en 350 millones de libras al año.
Las encuestas muestran sistemáticamente que la gran mayoría de los británicos apoyan la monarquía. Al mismo tiempo, según las encuestas, este apoyo está disminuyendo gradualmente, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Está claro que el nuevo rey británico, Carlos, no es popular entre los jóvenes británicos. Es más, muchos de ellos apoyan la opinión de que el trono debería recaer en su hijo mayor, el príncipe Guillermo, en lugar de Carlos.
El Banco de Inglaterra ha aplazado su decisión sobre las tasas de interés hasta la próxima semana debido al fallecimiento de la Reina. Es la primera vez que esto ocurre desde que el banco central adquirió independencia operativa hace 25 años.
El Reino Unido está experimentando una reorganización del poder global: un cambio de poder en el gobierno y un cambio de monarca. Todo esto ocurre en un contexto de inflación exorbitantemente alta y de agravamiento de la crisis energética, de aumento de la rebelión escocesa y de las evidentes consecuencias del Brexit. Teniendo en cuenta estos puntos, no se pueden negar cambios tangibles en el futuro geopolítico del país.
